Alegoría de la Poesía, Cesare Ripa 1603
Y amaneció un día frío y nublado.
Con hojas diario de otoño que despertaban.
Sus ojos, por la ventana,
aún algo perdidos,observaban.
Mientras élla ,
sigilosamente respiraba.
Sin dar señales.
Sus pasos escondidos,
movimientos casi imperceptibles,
en un aura de improbable esperanza se deslizaban.
De repente,estupefacta
notó que ya no caminaba...
Los pies se le habían enraizado.
Y la piel,
en dura corteza de madera,
había transmutado.
En tanto...
Los brazos extendidos hacia el cielo
y las manos ramas,
lanzaban recuerdos escritos
y pedazos de alma,
en hojas secas que se marchaban.
Y cantaron los pájaros a coro
junto a otros seres alados,
una sinfonía perfecta,
de notas que acompañaban.
El desprendimiento del cuerpo
de sus hojas letras pegadas,
dejando huellas de savia seca
en su cruz marcada.
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