Días en blanco,
sentidos no plasmados.
Las letras no llegaban.
La percepción del alfafeto desconocido,
del idioma no hablado.
La certeza de tener la clave y no verla ...
Dónde buscarlo?
Algun libro oculto,
un monasterio lejano...
Fueron días de búsqueda desesperada...
Se le habían agotado los abecedarios.
Y la mente que no descansaba.
Fue de repente... una tarde,
mientras el sol bañaba su cuerpo a través del cristal de la ventana.
mientras descansaba...
Inspiró profundo y puso su mente tan blanca como la pantalla.
Desnudó piel, alma y exhortó a sus sentidos.
Los invocó y los activó.
Despertándolos de un breve letargo.
Y vió.
Y sintió
Y escuchó...
No midió los riesgos.
Encontarlo era vital.
Tardó horas en reaccionar,
el impacto fue grande.
La felicidad,
inconmensurable.
Había recuperado el habla.
Había recordado su abecedario.
Sus energías habian llegado a límites extremos,
pero era necesario.
Ni monasterio lejano, ni libro oculto,
ni restos de un antiguo templo.
El idioma y el abecedario perdido estaban allí.
En el templo de su alma y de su mente,
camposanto no profanado...
No hizo falta ir a ningún lado...
Lo vió,lo recordó y lo comprendió...
Alguien no había borrado de su mente,
ése idioma que ella había hablado.
Nuevamente,
tenía en sus manos,
el lenguaje universal.
El que por linaje real,
había heredado...
Solo bastó que dejara que IMPEREN SUS SENTIDOS para recordarlo.
Y pudo escribirlo,
y hablarlo...
Y pudieron leerlo,
y oírlo...
Sólo quienes aún conservaban,
en la memoria,
ese idioma oculto que pocos hablan.
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