jueves, 12 de marzo de 2009

EL ULTIMO DICIEMBRE

Por las tardes cae el sol tras los cristales.
En esta tarde de mi diciembre tal vez el último.
Quien sabe.
Caen las horas sin llenar.
Los vacíos abruptos propios de mi tristeza.
Los sueños disparatados,
los no abordados.
Aquellos barcos , que partieron sin mí.
Un pasaje tirado en un andén…
un banco vacío en algún puerto.
Quedaron tiradas valijas y carteras,
ropa antigua,
frascos de perfumes vacíos.
Unas bolsas llenas de papeles importantes
y cajas con miles de cosas,
chiquitas e inverosímiles de clasificar.
Pequeños pedacitos de cosas que fueron,
la cuerda de un antiguo reloj,
unas perlas sueltas de un collar,
un anillo sin piedra,
un moño arrugado y papel de regalo,
un botón de nácar,
tres marquillas de cigarrillos antiguas,
varias cajitas de fósforos recuerdos de viajes,
un sobrecito de azúcar,
una bolita de cristal,
cuatro piedras de turquesas del collar de mi abuela ,
y una bolsa invisible de horas de vida desperdiciadas,
de anhelos congelados,
de esperas vanas,
de mentiras infames,
de promesas vacías,
de lealtad incoherente,
de amores a cambio,
de dar y no recibir,
de esperas eternas
de felicidades efímeras,
Una tarde de diciembre como cualquier otra…
como cada día del resto del año
¿Varía que sea diciembre?

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