jueves, 28 de mayo de 2009

IN AETERNUM

Sonaron ecos de pezuñas,
aroma a hierbas.
Desvanecido en el atardecer de su vida,
yacía aquel hombre sabio.
Surcaban su rostro huellas implacables.

Alguien lo encontró esa tarde
y le dejó una rosa blanca en los labios.
Sus ojos brillaron como otrora.
El firmamento hizo oir su voz.
tembló la tierra y El se incorporó.

El sol entibió su espalda.
Los pájaros se acercaron a rodearlo,
y elevó el cielo una plegaria.
El hijo del hombre se hizo carne.
El Espíritu bajó y lo bendijo.

Pero...la rosa comenzó a marchitarse
no hubo conjuros ni más plegarias.
El ahora anciano chamán volvió a desvanecerse.
El Todopoderoso dejó que siga su curso,
el eterno cìrculo de la vida.

Ya era tarde...yacía a su lado la rosa marchita
no hubo más conjuros ni alquimias.
solo un breve espacio de tiempo, detenido
esa boca, esa rosa, ese instante...
In aeternum

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